UNA EDUCACIÓN PARA LA ABUNDANCIA
Cuando somos educados para la competitividad nos convertimos en avaros,
tener se confunde con retener. Toda avaricia frena la esencia de la abundancia,
que es el flujo de la riqueza. Si queremos que este ”río” no se interrumpa
nunca es necesario que discurra por el cauce del compartir.
Competir es dudar del poder de la humanidad para hacer del amor un goce
que la haga sentir a la vez unida y diversa. Necesitamos hacer de la educación
una universidad, en el sentido bello de la palabra: uni-diversidad, resaltar la
belleza de lo diverso con su unidad. Una humanidad sólo puede amar su
diversidad y convertirla en abundancia sintiéndose unida.
El fuego es un gran ejemplo del poder del compartir, no sólo no
disminuye cuando con uno se encienden otros, sino que se asegura así su
existencia ilimitada, su inmortalidad. ¿Te imaginas, querido lector, un dinero
con estas propiedades … un dinero de todos y para todos?
La competitividad consiste en querer apagar el fuego del otro, con la
ingenua idea de que así el nuestro brillará más. Pero la auténtica verdad es
que el fuego crece al compartirse.
Para construir una sociedad de la abundancia cada persona ha de sentir
dentro de ella su propia abundancia y aprender a compartirla con los demás. Tal
vez el fin último y más noble de la educación sea enseñar el proceso para
lograrlo.
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MARAVILLOSSOOOO
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