HACIA UNA NUEVA CLASE DE EDUCADORES: LOS REEDUCADORES DE ANCIANOS

   
      La deshumanización con los ancianos viene de lejos, la crisis sanitaria solo la ha revelado de una forma contundente  y dramática. Como sociedad hemos cometido el grave error de ver a los ancianos como clase pasiva y lo peor de todo: les hemos convencido de ello a los propios ancianos. ¿Qué sentido tiene recluirlos en entidades para que pasen lo mejor posible el rato que les queda de vida, sin otorgarles ninguna función social...? En muchos pueblos "primitivos" los ancianos han representado la memoria histórica de su cultura, y por ello han sido sumamente respetados; en nuestra sociedad "avanzada"  como contamos con libros, y ahora con archivos informáticos de todo tipo, hemos creído que tal función de los ancianos era innecesaria, dándoles así de baja de su función social: jubilarse = darse de baja de la sociedad.

Aparcar ancianos en residencias no solo es una injusticia y una de falta amor, es también una pérdida de riqueza social, que hace más pobre nuestro presente y nuestro futuro. Los ancianos son un tesoro al que no hemos de renunciar, un tesoro vivo que tiene el derecho a tener una función social.

     Jubilarse, que por cierto viene de júbilo, no ha de implicar causar baja como clase activa, sino que ha de significar poder trabajar en lo que verdaderamente te apetezca, sin necesidad de ser dependiente de un sueldo, es el momento de dedicarte a lo que te hace feliz, creando bienes materiales o no materiales con los que enriquecer a la sociedad, además sin tener que pedir un beneficio económico, es decir sin implicar quitar el puesto de trabajo a ningún joven. La creatividad de un ser humano, de un anciano,  es un bien al que la sociedad no ha de renunciar, se tenga la edad que se tenga. Entre las funciones sociales de los ancianos estaría volver a convertirse en memoria histórica viva, los medios de comunicación deberían hacerlos aparecer en este sentido en los telediarios, no solo en documentales emitidos de madrugada.

Renunciar a la experiencia y creatividad de nuestros ancianos no tiene nada de evolución, ni de desarrollo. Un auténtico progreso ha de contemplar a todas las edades como clases activas de la sociedad.


      Dejemos de sentirnos culpables y cambiemos la situación, un punto esencial para ello es reeducar, sí reeducar en el sentido bello de la palabra, a nuestros ancianos; de la misma forma que se ha ido haciendo con los derechos de la mujer, reeducando a las propias mujeres, hay que reeducar a nuestros ancianos  en su derecho a ser clase activa de la sociedad y a la vez ayudarles a descubrir en cada caso cómo pueden hacerlo. Hace falta pues una nueva clase de educadores, desde estas palabras hago esta llamada, y también desde mi experiencia de 24 años como educador de adolescentes: hay un pozo de riquezas y tesoros que descubrir en todas las personas, tengan la edad que tengan, el educador ha de ayudar al educando a trazar su mapa del tesoro. Si alguien cree tras leer estas palabras que son mera utopía, le diré que los educadores y los amantes del futuro están para crear la tierra que permita a las utopías aterrizar. Ya sé que habrá ancianos con enfermedades graves y que con ellos el reto educativo será poco menos que imposible, pero, aun admitiéndolos como excepción, su situación  no justifica olvidarse del resto de sus compañeros, por cierto: ¡siempre hay maestros a los que les encantan las excepciones!


     

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