LAS CREENCIAS IDENTITARIAS Y LA PÉRDIDA DE DISCERNIMIENTO
Cuando le cedemos parte de nuestra identidad a una creencia,
nuestro inconsciente la siente como algo propio y la defiende de cualquier
argumento que nos invite a salir de ella o simplemente a cambiar sus límites.
Para esta defensa suele emplear fundamentalmente tres tácticas. La primera es
hacer oídos sordos, la segunda consiste en responder a los argumentos de la
persona que discrepa con una serie de frases hechas que impiden cualquier
auténtico debate, y la tercera es pasar al ataque descalificándonos
personalmente. El empleo de éstas u otros tácticas similares anula nuestro
discernimiento: mientras nos defendemos no podemos ser objetivos.
Todo
este proceso al inconsciente le otorga seguridad, pues siente su
"identidad" a salvo. En realidad lo que está defendiendo es una
proyección de nuestra auténtica identidad, que no puede depender, por su propia
naturaleza esencial, de las creencias que profesemos. Para que nuestro
inconsciente comprenda esto es necesario que hagamos un trabajo de
autoconocimiento, de búsqueda de nuestra autenticidad, más allá de la cultura,
la familia o las circunstancias que nos hayan tocado vivir. Una segunda
alfabetización, basada en este autoconocimiento, ayudaría a resolver muchos de
los males de la humanidad que son fruto de las proyecciones que hacemos de
nuestra identidad en creencias de todo tipo, aunque sólo sea por permitirnos
conservar nuestro discernimiento, algo esencial en una sociedad auténticamente
democrática.
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