EL MEJOR REGALO PARA NUESTROS HIJOS

   

    Quejarnos continuamente de la sed en un desierto no solo no nos  resuelve el problema, sino que, a través de nuestras emociones negativas, castigamos además a nuestro cuerpo con una  bioquímica venenosa, en definitiva: hacemos de un problema dos.

  Hemos sido educados para multiplicar nuestros problemas a través del victimismo y de sus correspondientes emociones negativas, de forma y manera que hacemos de la vida un drama en vez de un misterio a disfrutar. Nuestras emociones no han de agravar nuestros problemas, sino todo lo contrario: ayudarnos a superarlos. Una buena sabiduría emocional ha de proporcionarnos tanto lucidez mental como una bioquímica que favorezca nuestra salud ¿A qué esperamos pues para introducir la inteligencia emocional en la formación de nuestros educadores?, sería sin duda el mejor regalo para nuestros hijos.



 

 

LA UNIÓN ENTRE EDUCACIÓN Y CRECIMIENTO PERSONAL

 

  El crecimiento personal consiste en superar constantemente nuestra educación, para así ponerla a la altura de los descubrimientos que vamos haciendo tanto en nuestro mundo interior como en nuestro entorno, haciendo de esta forma de la educación un proceso cotidiano de nuestra vida. Esto conlleva no quedar atado a ninguna autoridad con la que hayamos crecido, un árbol no puede crecer libremente sometido a la sombra de otro.

     Educar sin liberar al alumno de la autoridad de esa misma educación es negarle su crecimiento personal, su libertad como ser creativo. El mundo del crecimiento personal y el de la educación han de converger en una Segunda Alfabetización, que garantice el autoconocimiento como un derecho humano.

     Querido lector: para que puedas vivir lo expuesto te invito a ver y a sentir la película-documental "Entre maestros", en la que se expone un camino de cómo llevar a la práctica la unión entre  educación y crecimiento personal.






 

 

EL EFECTO TRUMP COMO LÍQUIDO REVELADOR DE UN DÉFICIT EDUCATIVO

       

   Trump no es un fenómeno aislado: en múltiples estados de constituciones democráticas han aparecido personajes o movimientos populistas, que sintiéndose poseedores de la verdad absoluta se creen por ello con derecho a engañar a los ciudadanos que, desde su punto de vista, no se encuentran a su altura. Todo populismo se sustenta en mentiras destinadas a recoger el voto de ciudadanos resentidos por diversas causas, ciudadanos que creyéndose engañados por un sistema establecido deciden confiar en quienes les ofrecen unos “claros” culpables de su mala situación social. Los ciudadanos atrapados en los populismos han renunciado a su espíritu crítico para convertirse en súbditos de las “críticas” que interesan a los trumps de turno; este fenómeno tiene lugar porque en los sistemas educativos de todo el planeta está ausente el desarrollo de un auténtico espíritu crítico, algo imprescindible para crear ciudadanos democráticos que no se dejen engañar por fantasías interesadas.

      Podemos decir que el fenómeno Trump es un líquido revelador que nos permite ver el déficit  educativo que existe en cuanto a lo que es ser demócrata, demócrata de corazón. Las leyes democráticas son como carreteras que favorecen el respeto y la concordia entre todos los ciudadanos, pero no basta con tener las carreteras hechas, es necesario también que los ciudadanos aprendan a circular por esas carreteras, que consigan aprobar el carné de conducir. De nada sirve tener leyes democráticas si no tenemos demócratas, la educación ha de evolucionar lo suficiente como para poder conceder el carné de demócrata a todos los ciudadanos. Un ciudadano con el carné aprobado no podrá ser nunca seducido por populismos y tendrá adquirida para siempre la inmunidad ante todo tipo de “trumpismo"


 Es en la educación donde se ha de construir la democracia como un valor humano esencial, como un sentimiento que otorgue en la práctica, en el día a día, la misma dignidad a todos los seres humanos, como un principio de vida que convierta a cada persona    en una pieza esencial e imprescindible del puzle de la humanidad. 

 

UNA SEGUNDA ALFABETIZACIÓN PARA ACABAR CON LA MAYOR DE LAS INGENUIDADES


            La clave de la libertad está en aprender a ser los dueños de nuestra atención, mientras la manejen nuestras creencias y nuestros estados de necesidad mentales y emocionales solo podremos acceder a una libertad condicionada. 

       Creer que uno piensa de entrada, sin ningún trabajo personal, lo que le da la gana es la mayor de las ingenuidades; la inmensa mayoría de la población humana vive hoy en día desde esta ingenuidad, sin darse cuenta siquiera de cómo su atención secuestrada crea dramas constantemente. Los juicios sumarísimos y el víctimismo actúan como una hipnosis colectiva que impide ver las ataduras  que sufre nuestra atención. Para acabar con esta hipnosis es necesario desembarcar una Segunda Alfabetización basada en el autoconocimiento y el crecimiento personal, todas las corrientes innovadoras de la educación deberían de ponerse de acuerdo para redactar sus principios y para encontrar la manera de formar a los educadores en ellos.





HACIA UNA NUEVA CLASE DE EDUCADORES: LOS REEDUCADORES DE ANCIANOS

   
      La deshumanización con los ancianos viene de lejos, la crisis sanitaria solo la ha revelado de una forma contundente  y dramática. Como sociedad hemos cometido el grave error de ver a los ancianos como clase pasiva y lo peor de todo: les hemos convencido de ello a los propios ancianos. ¿Qué sentido tiene recluirlos en entidades para que pasen lo mejor posible el rato que les queda de vida, sin otorgarles ninguna función social...? En muchos pueblos "primitivos" los ancianos han representado la memoria histórica de su cultura, y por ello han sido sumamente respetados; en nuestra sociedad "avanzada"  como contamos con libros, y ahora con archivos informáticos de todo tipo, hemos creído que tal función de los ancianos era innecesaria, dándoles así de baja de su función social: jubilarse = darse de baja de la sociedad.

Aparcar ancianos en residencias no solo es una injusticia y una de falta amor, es también una pérdida de riqueza social, que hace más pobre nuestro presente y nuestro futuro. Los ancianos son un tesoro al que no hemos de renunciar, un tesoro vivo que tiene el derecho a tener una función social.

     Jubilarse, que por cierto viene de júbilo, no ha de implicar causar baja como clase activa, sino que ha de significar poder trabajar en lo que verdaderamente te apetezca, sin necesidad de ser dependiente de un sueldo, es el momento de dedicarte a lo que te hace feliz, creando bienes materiales o no materiales con los que enriquecer a la sociedad, además sin tener que pedir un beneficio económico, es decir sin implicar quitar el puesto de trabajo a ningún joven. La creatividad de un ser humano, de un anciano,  es un bien al que la sociedad no ha de renunciar, se tenga la edad que se tenga. Entre las funciones sociales de los ancianos estaría volver a convertirse en memoria histórica viva, los medios de comunicación deberían hacerlos aparecer en este sentido en los telediarios, no solo en documentales emitidos de madrugada.

Renunciar a la experiencia y creatividad de nuestros ancianos no tiene nada de evolución, ni de desarrollo. Un auténtico progreso ha de contemplar a todas las edades como clases activas de la sociedad.


      Dejemos de sentirnos culpables y cambiemos la situación, un punto esencial para ello es reeducar, sí reeducar en el sentido bello de la palabra, a nuestros ancianos; de la misma forma que se ha ido haciendo con los derechos de la mujer, reeducando a las propias mujeres, hay que reeducar a nuestros ancianos  en su derecho a ser clase activa de la sociedad y a la vez ayudarles a descubrir en cada caso cómo pueden hacerlo. Hace falta pues una nueva clase de educadores, desde estas palabras hago esta llamada, y también desde mi experiencia de 24 años como educador de adolescentes: hay un pozo de riquezas y tesoros que descubrir en todas las personas, tengan la edad que tengan, el educador ha de ayudar al educando a trazar su mapa del tesoro. Si alguien cree tras leer estas palabras que son mera utopía, le diré que los educadores y los amantes del futuro están para crear la tierra que permita a las utopías aterrizar. Ya sé que habrá ancianos con enfermedades graves y que con ellos el reto educativo será poco menos que imposible, pero, aun admitiéndolos como excepción, su situación  no justifica olvidarse del resto de sus compañeros, por cierto: ¡siempre hay maestros a los que les encantan las excepciones!