LA CULPA COMO FUENTE DE IRRESPONSABILIDAD Y CEGUERA: HACIA UNA EDUCACIÓN DE LA INOCENCIA
No
podemos hacernos responsables de nuestros pensamientos mientras nos sintamos
culpables por ellos. No podemos ver al otro mientras le hagamos culpable de
nuestras desgracias. La culpa nos torna irresponsables y ciegos, por eso
recuperar nuestra inocencia nos devuelve la visión pura y el poder sobre
nuestra vida.
La
educación ha de motivar la responsabilidad y la visión clara con miras a hacer
del autoconocimiento un camino hacia la
felicidad, Nada hay más responsable que hacerse cargo de la vida conectando con
nuestra propia sabiduría. La culpa al victimizarnos nos impide vernos como
sabios y nos hace recurrir a autoridades que nos digan lo que más nos
“conviene”.
La culpa además actúa como fuerza de gravedad
que nos mantiene pegados al suelo de la dualidad, el cual inevitablemente
genera en nuestra vida los conflictos que alimentan nuestros dramas, tanto
personales como sociales.
Si queremos una humanidad sin el lastre de
sus grandes dramas es necesario crear una educación que trascienda la culpa,
que nos retorne a la mirada pura del corazón. El educador que haga de su
objetivo principal la recuperación de esta mirada contará con el mayor de los
recursos pedagógicos: tratar a sus hijos o alumnos sin necesidad de recurrir a
un concepto de “responsabilidad” basado en no sentirse culpable o rechazado por
los demás. Un educador con esta mirada
camina hacia una educación de la inocencia, una educación capaz de ver y sentir
a las personas más allá de cualquier prejuicio.
No
podemos educar a seres libres si les convencemos de que su seguridad debe de
estar siempre por encima de su libertad, y de que el “sentido” de la culpa les
indicará lo que es correcto o no. La
culpa nos impide conectar con la sabiduría de nuestro corazón, que ve mucho más
allá que cualquier ética y que nos proporciona la mayor de las seguridades.
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